Misión Manaure, una experiencia por contar

12
Ene

“No podemos nosotros dejar de hablar de lo que hemos visto y oído.” Hch, 4, 20

Relato de la experiencia de misión vivida en el municipio de Manaure, en el departamento del Cesar.

 

La experiencia de misión vivida en Manaure, Cesar, no solo marcó la vida de todos los jóvenes y hermanas que en ella participaron, sino también la de la comunidad a la cual se llegó, pues la novedad de quienes llegaban y de la propuesta fue un motivo para acercarse y comunicar la alegría de un Jesús que se encarna y se hace niño en la humanidad entera, pero de manera especial en los más pobres.

La partida fue el 13 de diciembre desde la terminal del Norte, en la ciudad de Medellín, allí 20 misioneros salieron con muchos sueños y expectativas de lo nuevo que se encontrarían. El ambiente que se vivía era indescriptible, pues en el corazón de cada uno estaba encendida una llama que irradiaba. Arribaron el 14 de diciembre en el municipio de La Paz, en el Cesar, el cual se encuentra a 20 minutos de Manaure, donde fueron recibidos por sor Mónica, directora de la comunidad de Manaure y sor Claudia Gómez. Se hospedaron en el hogar para niñas indígenas que tiene la comunidad. De este día en adelante, el “modo misión” se cargó al 100% y fue así que esta aventura comenzó.

Se organizó todo, mercados, juguetes, ropa e incluso la salida de 5 misioneros a dos de las veredas del municipio, donde serían apóstoles, misioneros de la alegría. Ellos partieron el 15 a sus veredas; san Antonio ubicada a una hora del municipio y la otra Canadá a 45 minutos. Esta experiencia en las veredas y en el pueblo, fue realmente única, pues en medio de “la nada” se encontraron con personas que lo esperan todo, que están sedientas de algo diferente, de saberse pensadas y sobre todo con el corazón dispuesto para dar y recibir.

Sor Viviana cuenta cómo fue su experiencia en la vereda san Antonio:

La experiencia que viví en la vereda San Antonio fue realmente única. No es fácil llegar a un lugar nuevo, sin saber con qué o con quienes te vas a encontrar, pero sabes que lo más importante no es lo conocido, sino el bien que se pueda hacer. Los niños, las familias, las personas que nos recibieron, todo en general fue para mí un regalo de Dios, porque en medio de su sencillez, me enseñaron más de lo que habría podido imaginar. Recuerdo cuando lo niños llegaban con bananos, mandarinas, naranjas para compartirlo con los misioneros; las personas esperaban que llegáramos hasta su casa, aún cuando quedaba lejos de la casa o el lugar de encuentro. Sus sonrisas reflejaban la alegría propia de la zona, pero también el dolor y el sufrimiento por la migración, la falta de empleo, la pérdida o la enfermedad, y la soledad que a muchos de ellos los acompañaban; aun así fue hermoso encontrar que más allá de todo esto la esperanza aún sigue encendida en sus corazones.

San Antonio, en la misión de Manaure, me enseñó que la distancia no es un límite cuando de hacer el bien se trata; que no hay tormenta o sol que pueda frenar el deseo de algo diferente, porque se trabaja para seguir adelante, para un mejor futuro, para decirle a los hijos que la tierra se conserva no por riqueza, sino por esfuerzo y por último, la gente me enseñó que el encuentro con Dios se da en todo momento, no importa la edad o el trabajo, es necesario buscarlo y dejarse encontrar por Él.

En mi corazón siempre quedarán las sonrisas, las lágrimas, pero sobre todo el abrazo sincero de quienes con tanto amor me recibieron.

La misión no es fácil y no es para todos, pero cuando realmente se hace con el corazón, superando el frío o el calor, los momentos de alegría y tristeza, las veces en las que se siente la impotencia de no poder hacer más por quienes se encuentra en el camino, se lleva en el equipaje de vuelta las experiencias y la sabiduría de las personas, la generosidad y sus deseos de ser y hacer más, se lleva el corazón lleno de emociones y sentimientos nuevos, porque el cansancio no vence las ganas de entregarlo todo.

Todos somos enviados a una misión, unos en Manaure, otros en la propia casa o en cualquier lugar del mundo, pero lo más importante es saber que se anuncia la experiencia de un Dios amor que siempre acompaña a todos, que cuida de todos y que a todos espera en una casa de madera, de barro o simplemente en la calle donde se toma una pequeña mano de un niño que sonríe porque se sabe y se siente amado.

Misión CMM

 

One Comment

  1. Yeini Amaya carrillo
    13 Ene 2022 07:20:49 Responder

    Mi nombre es yeini Amaya carrillo vivo en manaure cesar bueno la verdad tuve el gran gusto de compartir con estos hermanos y hermanas y la verdad fueron experiencias muy lindas darles las grasias primeramente ke todo y agradecer a Dios también ke fue el ke permitió ke estos hermanos y hermanas tragieran sonrisas y felicidad a nuestros niños de manaure grasias muchas grasias por cada momento compartido dios y la Virgen María los bendiga siempre y ke este año ke empieza sea de muchas bendiciones para todos y ke Dios nos dé la oportunidad de volver a compartir nuevamente bendiciones muchas bendiciones

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