Mi tiempo en el Hogar Stefan en Santa Bárbara

18
Sep

Las experiencias vividas allí han sido una verdadera riqueza para mi vida.

Mi esposo tenía un proyecto pedagógico con estudiantes de la Escuela Normal de Copacabana y viajaba dos veces al año a esta pequeña ciudad. Siempre regresaba muy contento por el trabajo realizado y por el compromiso de los estudiantes y profesores que participaban en su actividad. Un día le pregunté si podría ayudarme a encontrar también un lugar cerca de Medellín donde pudiera colaborar en alguna labor pedagógica. Muy pronto se me ofreció la oportunidad de colaborar en el Hogar Stefan en Santa Bárbara.

Las experiencias vividas allí han sido una verdadera riqueza para mi vida. Pude trabajar con entusiasmo, poniendo en práctica los conocimientos adquiridos durante mi formación como maestra de primaria y secundaria.

Disfruté mucho realizando tareas con las niñas: leer en voz alta, interpretar el contenido de los textos, hacer manualidades, enseñarles a cepillarse los dientes, entre otras actividades. Cada hermana directora me fue confiando nuevas tareas, siempre adaptadas al tiempo libre de las niñas.

Hasta antes de la pandemia, las niñas que vivían en el Hogar tenían entre 6 y 18 años. Muchas venían del campo y se esforzaban por salir adelante, aunque algunas presentaban dificultades de concentración o de rendimiento. Asistían a escuelas primarias y secundarias en las distintas instituciones educativas de Santa Bárbara.

Con mi experiencia pedagógica, ofrecí a las hermanas trabajar individualmente con algunas alumnas o en pequeños grupos. En las sesiones de lectura, trabajábamos aspectos como la pronunciación, la entonación, el vocabulario, la comprensión del contenido y la capacidad de describir. La mayoría de las veces esta metodología dio buenos resultados.

En matemáticas el proceso fue algo más difícil, especialmente en lo relacionado con la multiplicación. En esos casos utilizábamos métodos especiales y materiales que yo misma elaboraba para facilitar la comprensión de los temas y ejercicios. Durante la pandemia no pudimos continuar con el trabajo intensivo, ya que las niñas debían recuperar su salud y bienestar físico y emocional.

En los dos últimos años, el número de niñas que han ingresado al Hogar ha sido menor. Actualmente hay solamente ocho, todas en edad escolar primaria. Sus escuelas están cerca, y tuve el gusto y la alegría de acompañarlas y recogerlas casi todos los días durante mi última estadía. La hermana Paola dedicaba tiempo a estudiar con ellas y prepararlas para los exámenes.

Este año, en las dos ocasiones en que fui al Hogar, ofrecí otras actividades a las niñas:

1. Preparación de pan: elaboramos pan juntas para disfrutarlo al día siguiente en el desayuno. Trabajaba con cuatro niñas, y cada una asumía una parte del proceso: cernir la harina, medir los ingredientes, amasar, dar forma, decorar, etc.

2. Hacer pizza: una vez lista la masa, cada niña preparaba su propia pizza según su gusto.

3. Hornear galletas: que luego compartíamos durante las pausas del trabajo.

Antes de dormir, les leía diferentes cuentos, que escuchaban con atención y entusiasmo. A veces conversaba con ellas sobre la importancia de estudiar y de aprovechar la oportunidad que les brindaba el Hogar para lograr un futuro mejor y romper el ciclo de la pobreza.

Otra persona muy importante en el Hogar es Jazmín Blandón, encargada de las tareas domésticas. Le agradezco mucho por su apoyo, su amabilidad y el trabajo en equipo que siempre mostró. Para mí fue muy grato ver cómo ella y la hermana Paola se apoyaban mutuamente con afecto y respeto.

Aún mantengo contacto con algunas jóvenes que vivieron en el Hogar y que actualmente estudian en Medellín.

A las hermanas de la comunidad les expreso mi más sincero agradecimiento por su colaboración, por su dedicación incansable, su cariño constante y también por su buen humor. Gracias por haberme permitido acompañar, una vez más, la vida del Hogar Stefan en Santa Bárbara.

-Carmenza Herrera de Weber
Convenio misiones SES (Senior Expert Service)

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