Dios en su amor infinito quiere que algunos de sus hijos le sirvan con una mayor dedicación, por eso el elige, llama, invita.
Siempre, la vida consagrada es un signo visible del amor de Dios porque cada consagrado busca amar a Dios con un amor indiviso y trata de hacerlo visible a los hermanos a través de una entrega generosa al prójimo (niños, jóvenes, enfermos…)
Todo consagrado está llamado a contemplar a Dios en la creación, en el hermano que sufre, en los niños y jóvenes que necesitan les muestren el camino para elegir correctamente el proyecto de amor que Dios tiene para cada uno. Cada consagrado debe ser un amigo, un consuelo, una orientación para encontrar a Dios porque la misión principal de todo es “dar a Dios”.
La vida consagrada siempre será un signo en la Iglesia porque a pesar de la ausencia de Dios en el mundo, hay jóvenes que sienten el llamado de Dios a una vida consagrada en el sacerdocio o en un instituto religioso contemplativo o de vida apostólica, estos jóvenes con audacia son capaces de dar un sí generoso y de seguir al Señor con valentía.
Elegir la vida consagrada es elegir la alegría porque ella es signo visible del amor que lleva adentro, por eso el salmo 91 nos invita: “Servir al Señor con alegría”. Mi deseo sincero es que muchos jóvenes, sean sensibles al llamado de Dios a seguirlo más de cerca, no tengan miedo, es una opción que vale la pena.
Sor Alba Salazar