“Aquí estoy, Señor”.
En el mes de noviembre, cuatro jóvenes vocacionales de la Provincia Santa María Mazzarello, nos dispusimos para vivir la experiencia de la convivencia final, en un fin de semana que nos permitió el encuentro con Aquel que nos ha llamado, así como la profundización en el significado de nuestra respuesta, en clave del seguimiento de Jesús.
Durante estos días, comprendimos el valor de la mirada del Señor: intensa y entrañable, y que se ha fijado en nosotras, tomando la iniciativa y buscando hacer de nuestra alma su morada, al igual que en la historia de Zaqueo.
Además, meditamos en la película de nuestra vocación, a través de los pequeños signos y momentos que hicieron resonar la voz del Señor en nuestro corazón.
También, nos lanzamos a la aventura de navegar, aún con el temor de dejar la orilla, en la barca que nos llevará al destino del Amor. Exploramos las islas del acompañamiento, la oración, el discernimiento y el servicio, con la motivación de echar las redes y de sabernos guiadas por María, como la estrella que dirige nuestros pasos y nos da el mapa para llegar a puerto seguro.
De igual manera, nos confrontamos con la riqueza de la misión y la belleza de compartir en comunidad, participando en el apostolado con los niños del oratorio y en los espacios junto a las hermanas y las jóvenes en formación.
Después de un tiempo de silencio en la presencia de Dios, quien nos abraza y anima, tres de nosotras tomamos la decisión de continuar con el proceso y el próximo año emprenderemos la travesía del voluntariado vocacional, como el primer paso que fundamenta nuestro sí en unión al querer de Él para nuestra vida.
Finalmente, en una celebración sencilla y en compañía de la comunidad del aspirantado, nos entregamos en brazos de la Virgen, confiándole nuestro deseo, que a su vez se hace el sueño de Dios para cada una de nosotras. Y con esta certeza, a Él podremos ofrecerle nuestra pequeñez y darle gloria por medio de los dones que nos ha regalado.
Juntas, con la gracia de Jesús y bajo el manto cariñoso de nuestra Madre Auxiliadora, decimos: “aquí estoy, Señor”, mientras que nos abandonamos plena y totalmente; sabiendo que la fuerza y la valentía no nacen de nuestras capacidades, sino del Dios que ha pronunciado nuestro nombre, incluso desde antes de nacer.
-María Paula Peláez
Voluntaria Vocacional 2026


