
Un hogar que transforma vidas.
En Santa Rosa de Osos – Antioquia, la Casa de Acogida Laura Vicuña, dirigida por las Hijas de María Auxiliadora, se ha convertido en un faro de esperanza y dignidad para niñas, adolescentes y jóvenes. Desde hace años, este hogar acoge especialmente a jóvenes que desean estudiar, pero provienen de veredas muy apartadas del casco urbano o incluso de otros municipios del norte de Antioquia, donde el acceso a la educación es limitado.
Entre sus historias de transformación, dos voces se alzan hoy para compartir el testimonio de una vida nueva, tejida con afecto, valores salesianos y nuevas oportunidades.
Julieth Figueroa, una joven universitaria, comparte su experiencia: “Hay lugares en la vida a los que llegamos casi por casualidad, sin buscarlo, pero que con el tiempo se transforman en un verdadero hogar. Espacios que se vuelven parte de nuestra historia y que marcan un antes y un después en nuestra trayectoria personal. La casa de acogida de Laura Vicuña de Santa Rosa de Osos – Antioquia, es, para mí, uno de esos lugares.
Desde el primer momento, la casa se reveló como un espacio de calidez y amor incondicional. Allí, la presencia de Dios se manifiesta y se siente en cada rincón, a través de la entrega y dedicación de las hermanas, la convivencia fraterna con las compañeras y el ambiente propicio para el estudio y la formación académica. Fue en ese entorno donde forjé gran parte de mi camino como maestra, sumergiéndome en una experiencia que trascendió lo meramente educativo.
Mi experiencia en la Casa de Acogida fue profundamente significativa y transformadora. Fui inmensamente feliz y cada día representó una nueva oportunidad de aprendizaje. Descubrí la importancia del cuidado del otro y de todo lo que me rodea. Aprendí a vivir en comunidad con humildad y un amor genuino, a ser dócil y responsable, y a experimentar a plenitud la fraternidad con mis compañeras.
La presencia de las hermanas Salesianas fue y sigue siendo una guía maternal en el camino. Su sabiduría, su apoyo incondicional y su ejemplo de vida me mostraron siempre el verdadero significado de la entrega y el servicio. En la Casa de Acogida Laura Vicuña no solo adquirí conocimientos pedagógicos, sino que también cultivé valores esenciales que hoy son el pilar de mi vocación como maestra y de mi vida personal. Es, sin duda, un lugar que llevo grabado en el corazón”.
El testimonio de Julieth Figueroa resalta cómo la Casa de Acogida Laura Vicuña se convirtió en un hogar transformador. Su experiencia refleja cómo estos espacios no solo impactan académicamente, sino que también enriquecen el espíritu y la vida personal.
A continuación, Manuela Medina comparte su propia experiencia, donde, al igual que Julieth, cuenta cómo este lugar le ha permitido crecer, tanto en lo personal como en lo académico, convirtiéndose en un punto clave en su vida:
“Si me preguntan de un lugar para ser feliz, sin duda respondería la Casa de Acogida Laura Vicuña, allí viví experiencias maravillosas desde el primer día, en el convivir con otras jóvenes sentía que era entendida en muchas cosas, pues juntas crecíamos y mientras tanto empezábamos a descubrir el mundo de manera independiente, pero, contando con la cercanía y el acompañamiento de las hermanas Salesianas, quienes nos ayudaron a comprender todos los cambios que la vida nos iba mostrando, nos guiaron siempre a hacer el bien fortaleciendo y complementando las bases que ya desde nuestras familias se habían construido.
Allí, en ese lugar mágico, se aprende a ser familia, a sentir a las hermanas como madres, quienes también nos hacen sentir hijas con su atención incluso a los pequeños detalles, procurando siempre nuestro bienestar. Allí se aprende a abrir el corazón a las correcciones, a verlas como oportunidades de mejora y medios para potenciar todos los dones que el Señor nos ha dado, además, se reconoce que las diferencias no son medios de separación, sino fuentes de unión en el que todas las personas, desde lo que son, aportan cosas muy bonitas en la vida de quienes los rodean.
Atesoro para siempre en mi corazón, la vida compartida, las sonrisas, el amor fraterno, los sueños hechos realidad, el acompañamiento en los momentos difíciles y la formación recibida, desde la cercanía de cada hermana, que con cariño y paciencia hacían de cada joven una persona de bien”.
Dichos relatos, reafirman que la Casa de Acogida Laura Vicuña no es solo un lugar de paso, sino un verdadero hogar donde nacen sueños y se transforman la vida. A través del acompañamiento amoroso de las hermanas y la convivencia fraterna, muchas jóvenes han descubierto su valor, su vocación y su capacidad de construir un futuro digno. Testimonios como estos nos recuerdan que, cuando se integra el amor con la oportunidad, florece la esperanza
– Sor Tania Blandón