La casita azul sigue viva.
Basta cruzar las puertas de la capilla para que el corazón vuelva a latir con los recuerdos que siempre han estado allí. Volver al Mauxi es reencontrarse con la niña que una vez fuimos: la que cantaba sin miedo, la que soñaba en grande, la que encontraba en cada hermana una guía y en las amigas una familia eterna.
Durante la Eucaristía de celebración de los quinquenios, quedó claro que no importa si han pasado 5, 15, 30, 40, 60 o 70 años: siempre hay un lugar donde nuestro nombre sigue resonando y donde nuestra historia continúa importando. Ese lugar es la Casita Azul.
El encuentro estuvo marcado por la emoción y la gratitud. Las exalumnas compartieron risas, abrazos y recuerdos en el patio salón, recordando que aquí no solo se estudió, sino que también se aprendió a vivir, a amar y a formar familia. Desde promociones recientes hasta generaciones que egresaron hace siete décadas, todas se reunieron como si el tiempo no hubiera pasado, reforzando el lazo que une a la comunidad Mauxi.
Este reencuentro no fue solo una celebración de aniversario: fue una fiesta de gratitud, memoria y orgullo por la historia del colegio. Cada sonrisa y cada anécdota recordó que el legado de 98 años del María Auxiliadora sigue vivo, y que las generaciones continúan encontrándose para revivir momentos llenos de historias y amistad.
Al final, el mensaje fue claro: gracias a las hermanas, a las amigas y a todas las exalumnas por mantener viva la llama que hace casi un siglo ilumina la vida de quienes pasan por esta casa, convirtiéndola en hogar más allá del tiempo y la distancia.


