
¿Cómo podemos, en medio de todo esto, “dar razón de la esperanza que hay en nosotros”?
En un mundo donde las certezas parecen desmoronarse y los cambios ocurren a un ritmo vertiginoso, la pregunta sobre la esperanza se hace aún más urgente. Vivimos en una época marcada por la incertidumbre, lo que hace cada vez más difícil encontrar razones para creer en un futuro mejor. ¿Cómo podemos, en medio de todo esto, “dar razón de la esperanza que hay en nosotros”? ¿Cómo testimoniar una fe que, en vez de ser un refugio de ilusiones, nos ofrezca una visión clara y sólida para afrontar las dificultades del presente?
Sor Pina Del Core, Hija de María Auxiliadora, en su reflexión profunda sobre el tema, nos desafía a pensar si es posible cultivar la esperanza en un mundo de constantes cambios. Nos recuerda que esta no es una espera pasiva, sino una fuerza activa que nos impulsa hacia el futuro, aun cuando las circunstancias nos muestran un panorama incierto.
Como bien señala Sor Pina, uno de los efectos más dramáticos del cambio cultural contemporáneo es la “pérdida de la esperanza”, el debilitamiento de las perspectivas de futuro y la crisis de sentido que afecta a un gran porcentaje de la humanidad. Es un hecho que muchos se sienten atrapados en un presente sin salida, donde la pregunta por el futuro queda diluida en la preocupación por el día a día. Pero, ¿es esto todo lo que hay? Sor Pina nos invita a reflexionar sobre cómo podemos reconstruir la esperanza, no como un concepto vacío o ilusorio, sino como un dinamismo interior que nos impulsa a dar lo mejor de nosotros mismos, a superar los obstáculos y a encontrar en cada dificultad una oportunidad de crecimiento.
Por eso, la esperanza no significa evadir los problemas, sino tener la fuerza para enfrentarlos con una mirada que orienta al futuro. No se trata de una espera pasiva, sino de una fuerza que mueve a construir y transformar porque la esperanza cristiana, según Sor Pina Del Core, sigue siendo una de las columnas más firmes que sirven de apoyo para la humanidad. No es un optimismo ingenuo ni una evasión de la realidad, sino una confianza profunda en que, a pesar de todo, el Amor y la Fe guiarán a cada hombre y mujer hacia algo mejor.
Así, la invitación es, sin duda alguna, a vivir la esperanza no solo como un sentimiento, sino como una actitud que nos llama a no rendirnos, a transformar nuestras miradas, a creer que esta es capaz de iluminar incluso los momentos más oscuros. Como nos recuerda Sor Pina, “la esperanza es una voluntad decidida de construir el futuro”. Esta esperanza es lo que nos permite seguir caminando, confiando en que cada paso dado hacia el bien y la verdad nos acerca más a la plenitud que todos buscamos.